Aunque los coches eléctricos siguen suponiendo una parte muy pequeña del parque móvil español, se están convirtiendo en una alternativa de compra clara a los coches de combustión interna, especialmente en grandes ciudades.
Los coches eléctricos son menos complejos
El motor de un coche de combustión interna está compuesto por miles de piezas, que bailan en una cuidadosa y milimétrica sinfonía mecánica. Son piezas bañadas en aceite, sujetas a cambios extremos de temperatura y altos niveles de fricción. El desgaste de sus componentes es inevitable, especialmente en componentes como el turbo, si no lo cuidamos adecuadamente. Lo mismo ocurre con sus cajas de cambio, en las que tenemos volantes de inercia bimasa o cambios automáticos en los que es necesario cambiar el fluido hidráulico con una periodicidad estricta. Un coche eléctrico es muchísimo más sencillo, en comparación.
Sus grupos motopropulsores son mucho más simples, y tienen menos componentes. El motor eléctrico es mucho más sencillo y fiable que cualquier motor de combustión interna, y la tecnología es aún más veterana que la propia combustión interna, datando de mediados del siglo XIX. Los coches eléctricos prescinden en su gran mayoría de cajas de cambios, contando con un simple sistema de engranajes que transmite la potencia a las ruedas, además de un diferencial. Estas transmisiones tienen una relación fija y carecen de marcha atrás, ya que para ir hacia atrás basta con invertir la polaridad del motor eléctrico.
También hemos de tener en cuenta que a nivel normativo los coches eléctricos disfrutan de ventajas claras, como es la etiqueta CERO de la DGT. Tampoco debemos olvidar que muchos ayuntamientos les bonifican el Impuesto de Vehículos de Tracción Mecánica, además de las tasas de aparcamiento. No obstante, ahí es donde terminan las diferencias con un coche convencional. El tren de rodaje, suspensión y habitáculo del coche eléctrico es idéntico al de un coche de combustión interna, e incluso está sometido a más desgaste en ciertos puntos, que desgranaremos en el siguiente apartado.
Cuál es el mantenimiento de un coche eléctrico
El mantenimiento específico de un coche eléctrico está programado por el propio fabricante, como ocurre en coches convencionales. Ya tengas en tu garaje un Nissan Leaf o un Porsche Taycan, deberás seguir los intervalos marcados en el manual de usuario de tu coche. El punto clave del mantenimiento es comprobar el correcto aislamiento de las conexiones entre batería y motor eléctrico, así como las masas del coche. Esta inspección requiere equipamiento específico y un técnico especializado en coches eléctricos, pero no es una labor compleja y no suele repercutirse un coste alto al cliente.
Por lo demás, un coche eléctrico necesita cambiar su líquido de frenos, así como pastillas y discos de freno – aunque los desgastan muy poco gracias a la frenada regenerativa. El motor eléctrico y la batería están refrigerados por líquido en muchos casos, líquido que debe cambiarse de forma periódica, como ocurre con el anticongelante del motor de un coche de combustión interna. También se debe cambiar el filtro de polen del habitáculo y el sistema de climatización. Otros elementos susceptibles de desgaste y avería son las baterías de 12 voltios o las escobillas de los limpiaparabrisas.
El coche eléctrico sigue siendo un coche, y por tanto, sus amortiguadores y tren de rodaje sufrirán desgaste con el tiempo. Rótulas, bieletas, amortiguadores, guardapolvos de los palieres… todos esos elementos serán inspeccionados visualmente en las revisiones del coche y reemplazados en caso de desgaste. En cualquier caso, el mantenimiento rutinario de un coche eléctrico es más sencillo y barato que el de un coche de combustión interna equivalente.